jueves, 1 de noviembre de 2012

Hay que follarse a Sonia, nos decíamos QuiQ y yo.


Sonia, con su pelo alisado, que no liso. Sonia, no muy alta, nada gorda. Sonia, enseñándome sus tetas hinchadas. Sonia, bonita, cachonda. Sonia, que se emborracha y te abraza. Y se restriega, insinúa, roza, besa, con lengua, palpa pero no acaba. Sonia, dulce y graciosa. Sonia alocada. Sonia loca. Sonia metiéndose rayas, de colacao cada mañana. Sonia y sus besitos de amiga. Sonia y sus piquitos tímidos en el ascensor. Sonia y sus besos ebria. Sonia y su lengua ebria. Sonia y sus dedos ebrios. Ay, Sonia, como me emborrache yo...


Hay que follarse a Sonia, nos repetíamos QuiQ y yo.

martes, 30 de octubre de 2012

Y ahora, al masturbarme...

Juro que pensaba en pollas.

Pero...

De repente...

Tus piernas.


Llevo toda la tarde fumando. Y pienso. Pienso en ti, por volcar mis pensamientos en algo. Pienso en qué significarían aquellas frases. 

-What do you want?
+I don’t know.
–Y una polla.

Más bien, me pregunto qué significaron para ti. Y pienso en lo que significan para mí.
En cómo se me clavaba tu mirada cuando soltaste “Y una polla”. Y en mi gesto revelador cuando mal pronuncié el “I don’t know”.

¿Sabes en lo que no pienso? En qué quiero. En eso, no voy a pensar.

miércoles, 3 de octubre de 2012



Lo estoy dejando. 
Sí.
De fumar.
 Las redes sociales.
La nostalgia.
La dependencia del móvil.
Las discusiones con mi pareja.
La marihuana.
De colgar recuerdos por las paredes.
De vaguear.
El café a espuertas.
Los lloriqueos.
De acumular ropa.
El vicio de mirar fotos, y el de los tonteos, y tanteos.
Las cenas de príncipe y los desayunos de mendigo.
El mal vino.
El mal vino.
 El que mal vino.
El mal que vino.
Mal, el que vino.
Y el que se fue.  
Él, qué mal vino.
Y ella también.
El pasado
, coño
, el pasado
.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Septiembre. La rentrée et le metro.

A veces me comporto intencionadamente como si fuera tontita. A veces me meto tanto en el papel que hasta cuela. Una pena que el teatro no sea solo mentir, y que mentir no siempre sea teatro.
Lo que quiero decir es que, si no me fuese lo de hacerme la tonta, habría tenido que quitar la sonrisa y mirar con asco a lo que parecía una entrañable ancianita cuando me ha dicho que "el metro de Madrid... vuela".

A mí, me disculpen, me cansa volar de pie. Cualquier cosa que combine estatismo y de pie, vaya. Así que he entrado en el metro y me he sentado en el suelo, joder. Un poco por todo, ¿saben? Porque no me gusta estar de pie, porque de pie en el metro me gusta aún menos, porque había un costrosillo ya sentado entre el tumulto, porque él había sido el primero y porque el tumulto lo miraba mal (como una definición gráfica de lo metafórico de mirar desde arriba).

El costrosillo, que me esperaba para pasarme el relevo, salió enseguida del vagón.

Las miradas me señalaban, todas, la del nuevo tumulto. Y la del nuevo costrosillo.

Esta vez el costrosillo vestía camisa y pantalón beige.

Ocupó la vacante, y yo me bajé del tren.